Oikoumené viene del verbo griego oiken, habitar. El término, usado en los tiempos de Erodoto, significa “la tierra habitada” o “el mundo entero”. En la época helénica el término indicaba el ámbito político del imperio greco-romano o la distinción cultural entre el mundo civilizado y los territorios de los bárbaros.

Oikoumené es un concepto relacional, dinámico, que va más allá de la comunión de los cristianos y de las Iglesias, un concepto globalizador que abraza a la comunidad humana y a toda la creación. La vocación permanente del movimiento ecuménico es la de transformar el Oikoumené en la familia viviente de Dios. Además, resume el concepto de “Todos somos uno”, subtítulo de la exposición de Bozzani ambientada en el Convento Santo Domingo, donde estarán dispuestas las 12 obras junto a las columnas de la nave, para recordar el rigor de la disposición de las lápidas de un cementerio de guerra, donde las cruces cristianas y las estrellas de David conviven compartiendo ecuánimamente el espacio que ocupan.

La visita a la exposición se convierte en un viaje iniciático que a través de las 12 obras, acompaña al visitante hacia el lugar donde se encuentra el Retablo principal. Una vez aquí, un recorrido obligado lo conducirá hacia la pared de entrada, por un segundo viaje de 24 metros, múltiplo de 12, que recorrerá de lado en un estrecho pasillo junto a las columnas.

En la exhibición el simbolismo estará patente en todo lugar, a partir del número 12. Doce fueron los apósteles, doce las doce tribus de Israel, doce los meses del año. En la mitología griega los dioses principales del monte Olimpo son doce, como doce son los “trabajos” de Eracle, Hércules de la mitología romana y el número de los Titanes y los Titanidi. En la literatura medieval, doce eran los Paladines de Carlo Magno y doce son los Caballeros de la Mesa Redonda de la corte del rey Arturo.